I
ROCÍO
Ella resbalaba
escurridiza dama.
Ella resbalaba
lenta avanzaba.
El cielo como lecho
de sus virtudes.
El río como vía
de su sosiego.
Llega a la tierra,
ligera y alegre,
como la jovial moza
entre las liebres.
II
NIEBLA
A la noche y a la mañana,
¿quién es el que llama?
Al bosque y a los mares,
¿Quién es la que llama?
Cubre el manto las trabas del astuto,
puestas las cuerdas de las campanas,
hasta la luz de la atalaya.
Ciega el plenilunio al filo astado,
formando las sombras – desafiando –
abriendo los ojos del desamparado,
imponiendo la oscuridad, éxtasis
del vidente, cómplice del apresado.
III
CONFUSIÓN
Tiemblo,
no es miedo,
mas frío aquel
es vivo recuerdo.
Tiemblo,
no es miedo,
bajo la incomprensión
de un sentimiento ajeno.
Veo su máscara,
buscando
una respuesta
que justa me libere.
IV
ENCUENTRO
Y de pronto, amaneces,
con aquellas pestañas saludando,
si de mis labios gozáis suspirando.
Mi gorrión anheloso,
blondo cual crepúsculo primaveral,
te aferras a mis brazos
porque parecéis como un niño soñar.
¡Qué candil hay que quemar!
Y de pronto, atardeces.
¡La gloria eterna, amor, nos prestes!