Una vez sucedió, te alejaste sin razón. Creía entonces que de ti no sabría nunca más, pero algo quedó pendiente entre los dos. Llegó el día en que de nuevo nos encontramos, en el cual me acompañaste a afrontar una prueba; aunque de nuevo desapareciste. Recuerdo tus palabras de promesa: «No volveré a alejarme de ti, te lo prometo».
Hoy te dejo marchar, volar como un alma sin dueño, sin tierra nativa y sin nada que perder. El recuerdo quedará como una sombra en el camino, de todo lo mejor que vivimos; y olvidaré la desazón de tu huida, de la misma forma que el sentimiento amigo.